Nueva York, una de las urbes más visitadas cada año, ha
impactado al implementar una serie de restricciones
significativas que han obligado a plataformas como Airbnb a
retirar numerosos apartamentos destinados a estancias cortas,
incapaces de cumplir con los nuevos requisitos. Entre ellos,
destaca la obligación de que los propietarios ocupen los
apartamentos durante las estancias temporales, y la
prohibición de cerraduras en las puertas de las habitaciones,
lo que hace que la opción de alquilar un apartamento con
cierta privacidad bajo la modalidad de alojamiento turístico
se convierta de repente en imposible.
La motivación detrás de estas medidas es controlar el
turismo masivo en la ciudad, especialmente en áreas
específicas donde la oferta (y la demanda) de alojamientos
turísticos es tan alta que los turistas prácticamente toman
el control de barrios enteros.
Aunque a primera vista podría parecer que esto no es un
problema, sino más bien beneficioso debido a la inversión
turística en el comercio local y en la ciudad en general,
puede tener consecuencias negativas. Tomemos como ejemplo
zonas céntricas como el área de Puerta del Sol en Madrid. La
presencia de apartamentos turísticos o viviendas de uso
turístico hace que sea una opción atractiva para la
especulación de inversores que buscan adquirir propiedades
para su comercialización turística. Desafortunadamente, esto
conlleva un aumento automático en el costo de la vivienda y de
la zona, promueve la gentrificación y obliga a la gente local
a mudarse a los suburbios.
Considero importante establecer un marco normativo y
regulaciones tanto para los apartamentos turísticos (AT) como
para las viviendas de uso turístico (VUT). De lo contrario, se
perjudica directamente al sector hotelero, que está sujeto a
regulaciones específicas, mientras que estos nuevos modelos de
alojamiento no lo están. A pesar de que medidas extremas como
las de Nueva York, donde los huéspedes deben convivir con los
propietarios, pueden parecer excesivas, subrayan la necesidad
de regular estas prácticas.
No obstante, la solución neoyorquina puede ser extrema, y creo
que la idea de "todo vale" en la oferta de alojamientos a
turistas no es sostenible. La competencia directa con el
sector hotelero no promueve un turismo de calidad, ya que es
difícil garantizar la calidad de los alojamientos ofrecidos
por particulares sin una regulación eficaz y completa.
En cualquier caso, la respuesta de Nueva York no es
sorprendente, ya que ciudades españolas como Madrid y
Barcelona ya han establecido reglas para la convivencia con
apartamentos turísticos y viviendas de uso turístico.
Barcelona, por ejemplo, ha creado cuatro anillos diferenciados
dentro de la ciudad y exige licencias urbanísticas para su
comercialización, cumpliendo con varios requisitos técnicos.
Sin embargo, la concesión de estas licencias por parte del
Ayuntamiento de Barcelona está prácticamente paralizada en la
actualidad.
Es crucial revisar el modelo de turismo que queremos ofrecer,
especialmente en las grandes ciudades, no solo para fomentar
un turismo de calidad, como mencioné anteriormente, sino
también para proteger los intereses y la calidad de vida de
los residentes, que debe ser el objetivo principal.